Ha muerto Esteban Righi, que no solo fue un calificado jurista, un gran
catedrático del Derecho y -en tiempos más recientes- un Procurador de
firmes convicciones democráticas, sino el ministro del Interior que
reunió públicamente a todos los jefes de la Policía Federal y les dijo
"se acabó para siempre la tortura, quienes torturen serán castigados".
Una definición de absoluta actualidad, que sitúa a este gran argentino
en las antípodas de Macri y Patricia Bullrich, que han celebrado y
premiado a policías, gendarmes y prefectos que asesinan por la espalda.
Ocurrió el 4 de junio de 1973: Righi, el más joven de los ministros de
Cámpora, hizo sentar en el microcine del Departamento Central de Policía
a todos los jefes, de riguroso uniforme y en un acto solemne, que
apenas duró diez minutos, pero cuyos ecos resonaron durante décadas, les
advirtió con firmeza: "Las reglas del juego han cambiado. Ningún
atropello será consentido. Ninguna vejación a un ser humano quedará sin
castigo".
Los policías, sorprendidos y en no pocos casos, rumiando la conspiración para sus adentros, escucharon categóricas definiciones: "El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista".
Flanqueado por el Jefe de la Federal, el viejo general peronista Heraclio Ferrazano y por el subjefe, el democrático comisario Ricardo Vittani, el joven ministro le habló a todos los integrantes de la Repartición: desde el Jefe hasta el último agente:
Los policías, sorprendidos y en no pocos casos, rumiando la conspiración para sus adentros, escucharon categóricas definiciones: "El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista".
Flanqueado por el Jefe de la Federal, el viejo general peronista Heraclio Ferrazano y por el subjefe, el democrático comisario Ricardo Vittani, el joven ministro le habló a todos los integrantes de la Repartición: desde el Jefe hasta el último agente:
"Existen todavía hábitos, reflejos, que inducen a actuar como si nada hubiera cambiado (...)
Dentro de la estructura de sometimiento que el pueblo padeció en los
últimos años, las fuerzas policiales fueron puestas en un difícil papel
(...) Encerrados dentro de las comisarías, y rodeados de vallas, fueron
alejados del pueblo sin desearlo ni buscarlo (...) Es habitual llamar a
los policías guardianes del orden. Así seguirá siendo. Pero lo que ha
cambiado profundamente es el orden que guardan. Y en consecuencia la
forma de hacerlo. Un orden injusto, un poder arbitrario impuesto por la
violencia, se guarda con la misma violencia que lo originó. Un orden
justo, respaldado por la voluntad masiva de la ciudadanía, se guarda con
moderación y prudencia, con respeto y sensibilidad humanas".
Y para
demostrar que no se quedaba en un mero discurso, Righi hizo destruir
los tenebrosos archivos de la recién disuelta DIPA, la División policial
que tenía "fichados" a todos los ciudadanos sospechosos, de
subversivos, izquierdistas o simplemente peronistas. (Aunque obviamente
los policías corruptos y fascistas que pronto servirían a López Rega,
fotocopiaron aquellas fichas, el gesto tenía un gran significado moral y
político).
No fueron gratis esas definiciones para el joven Righi,
pronto lo perseguiría la calumnia, Al suceder a Cámpora, Perón lo
cambiaría por Benito Llambí y, en el apogeo de la Triple A, debería
marchar al exilio. En años recientes fue Procurador en los gobiernos de
Néstor y Cristina Kirchner y produjo otro dictamen histórico: la
negativa definitiva a que los hechos de violencia producidos por la
guerrilla fueran considerados "crímenes de lesa humanidad", como los
perpetrados por los militares en el terrorismo de Estado.
En lo
estrictamente personal le debo sus aportes indispensables a mi libro "El
Presidente que no fue" y el apoyo jurídico, prestado por su estudio, en
la sucesión de mi madre.Muchas veces discutimos, muchas veces
estuvimos en distintas veredas, pero siempre lo consideré un patriota y
un auténtico demócrata.